El legado de Arnold Schwarzenegger como estrella del cine de acción se mantiene vigente de manera abrumadora. No sólo siguen los comentarios sobre la posibilidad de resucitar la saga de películas de "Terminator", sino que actualmente tenemos anunciadas dos nuevas entregas cinematográficas que cobran relevancia por la nostalgia de sus primeras versiones, estelarizadas por el fornido actor durante la segunda mitad de la década del ochenta.
La primera de ellas viene a ser la séptima entrega de la serie de películas que dio inicio en el año 1987 con el mítico título de "Depredador" ("Predator"), esta vez titulada "Depredador: Tierras salvajes", y que apuesta por un giro argumental que merece ser visto, aun cuando se aleja de la esencia del relato original. Esta película ya está en cartelera.
La segunda película es una nueva adaptación de la novela "The Running man", de Richard Bachman, mejor conocido como el autor Stephen King. De próximo estreno, las primeras reacciones describen una versión muy fiel a la obra escrita, lo cual añade mucho interés a lo que espera verse en la pantalla. Porque, siendo sinceros, la primera adaptación realizada en el año 1987 bajo el mismo título, y protagonizada por Arnold Schwarzenegger en su mejor momento como héroe de acción, es sin duda una película hecha para el lucimiento de su actor principal, dirigida de manera efectiva y satisfactoria, pero totalmente alejada de la novela que le sirve de inspiración.
"Perseguido" se ha convertido en otra recordada película del catálogo de acción de los años ochenta, pero sin destacar al nivel de las mejores obras protagonizadas por Arnold, como "Terminator", "Conan el bárbaro", o la misma "Depredador", que son títulos claves, no solo del cine de acción sino dentro del cine en general. Pero esto no le resta méritos al film dirigido por el actor Paul Michael Glaser como una obra de acción vertiginosa, muy dinámica y espectacular, bajo la estética de una producción de serie B, sin serlo estrictamente. Los escenarios, los vestuarios, la ambientación construida emulando a un gigantesco set de televisión, donde se juega la vida y la muerte. La impresión que nos deja es la de contemplar una cinta muy deudora de la ciencia ficción de los años setenta en cuanto a temática, como pueden serlo "La carrera de la muerte" de Paul Bartel, o "Rollerball" de Norman Jewison, bajo el empaque y la estética de las fantasias retrofuturistas de los años ochenta, como "Escape de New York" de John Carpenter.
En esta película, el personaje de Ben Richards es un miembro de las fuerzas del orden en un sistema corrompido, quien por negarse a participar en una ejecución masiva de inocentes es condenado a la prisión del estado, hasta que los directivos del concurso más popular de la televisión ven en su caso un reality ganador de audiencias, por ello lo llevan a participar del concurso más peligroso que se haya conocido.
El gran Arnold desempeña muy bien su rol, como bien lo sabe hacer: carga el film sobre sus hombros y lo convierte en otra de sus aventuras, en las que un sólo hombre derrota todo un sistema de poder corrupto. La narrativa del film pasa por alto todo el drama contenido en la novela original, donde el protagonista es un hombre de la calle, normal y corriente, que en la situación desesperada de perder a su familia encuentra como única salida su participación en el concurso. Pero esta es la opción por la que apuesta la producción y la dirección que asume en último momento el actor Paul Michael Glaser, el recordado detective Starsky. El resultado es una película con entidad propia, y bastante eficaz en sus intenciones, lo cual demuestra la habilidad del director, quien lamentablemente no ha tenido una filmografía más prolífica, pero esta obra, y otra como "Pasión por el triunfo" ("The cutting edge"), del año 1992, demuestran que el actor mantuvo un talento muy respetable, desaprovechado por la industria, como suele ocurrir.
La revisita a "The Running man" ha merecido la pena, sobre una película que debe ser reivindicada, lo cual parece que ha ocurrido gracias a la mira puesta en ella por la nueva versión que está por llegar a los cines, en una producción de mayor tamaño y con todos los recursos técnicos de los que hoy en día se disponen. De todos modos, gracias a Arnold, a Paul Michael Glaser, a María Conchita Alonso, quien acompaña al héroe en su recorrido con un despliegue físico digno de aplauso, a Richard Dawson, el villano de turno y sin duda la mejor actuación de la función, inolvidable como el perverso maestro de ceremonias, a Yaphet Kotto, un actor cuya presencia nunca dejaba indiferente al público, y a todo el elenco de actores, y a todo el equipo por el buen espectáculo entregado en una hora y cuarenta y un minutos de duración.

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